lunes, 14 de noviembre de 2011

Hola mundo.

Tras enterarme del fascinante concepto empleado en programación "hola mundo". Ésto se ha escrito casi solo:


“Hola mundo” se podía leer escrito con pulcras letras en el horizonte anaranjado, jugoso como el néctar de una granada y luminoso como una tarta de cumpleaños en una habitación a oscuras. “Hola mundo”.
La vegetación selvática se mecía con elegancia como las niñas que aprenden a bailar guiadas por las manos expertas de una buena profesora de danza gracias al viento que, como compensación, se perfumaba con el olor fresco y primigenio de los titánicos tallos verdes flexibles como la misma vida.
Los volcanes rugían a lo lejos, como mamuts copulando, compartiendo la alegría de la nueva vida desde las profundidades del mundo recién creado en un cúmulo de ceniza, lava y calor pegajoso, lanzando al cielo brillante el confeti que celebraba el nacimiento de un nuevo mundo.
Programar en un entorno de realidad virtual no era tan fácil como los estudiantes de programación podían creer. La ventaja para los más imaginativos o para quienes precisaran de visualizar cada fragmento de código era que podía uno meterse en el programa mientras se iba creando, para poder elevarse así con cada sillar de la catedral que surgía de las sucias calles embarradas de la aldea. Pero con eso no bastaba, el lenguaje de programación tenía que seguir siendo utilizado, el pensamiento puro, sin lenguaje no bastaba. Por eso siempre le ayudaba pensar en términos evolutivos. Así,  para las primeras líneas de programa, tratara éste de lo que tratara, visualizar un nuevo planeta en formación era lo más adecuado: Los cráteres de meteoritos recién excavados, todavía perlados con los restos de hielos de los cometas; Todos los continentes durmiendo juntos, abrazados durante una noche cálida de millones de años; pantanos burbujeantes y preñados de vida primitiva, en los que, en líneas de código posteriores se hundirían los dinosaurios para que sus huesos durmieran también juntos arropados en el suave alquitrán, y que serían clonados en las últimas líneas del programa para volver a caminar orgullosos por los nuevos pantanos holográficos que los seres de energía pura que gobernaban el planeta habían creado para su solaz…
“Hola mundo” era lo más básico, un inicio modesto pero que permitía entender cómo es el entorno de programación, la estructura básica del programa. El propio entorno saludaba a su creador, siguiendo sus instrucciones, junto con las nubes de mosquitos gigantes, los escurridizos trilobites y los primeros anfibios que salen de las aguas de amatista para seguir la yincana evolutiva subiendo a los árboles y volviendo a bajar de ellos.
Los volcanes se callaron, la lava se serenó y se dedicó a reposar su furia bajo la tierra, las criaturas que bajaron de los árboles se escondieron en las cuevas, utilizando el fuego robado a los rayos para ahuyentar a los depredadores más peligrosos y para calentar la carne de los herbívoros más lentos. Mientras, las líneas de código avanzaban línea tras línea construyendo los rudimentos del programa con cada movimiento preciso con el guante de realidad virtual.
Las chispas saltaban con la aparición de las nuevas herramientas de metal y las tribus se aniquilaban unas a otras por las vetas del preciado mineral en bruto y las líneas avanzaban más y más deprisa cada vez… Castillos, catedrales, lonjas de comercio y barcos para surcar los océanos tenidos por infinitos, carros, carros de hierro que se movían solos, palos de fuego… Ordenadores y realidad virtual. Y una manera de programar visualizándolo todo, de modo que al final todo evolucionara en un programador que, con su guante de realidad virtual, tratara de empezar un nuevo programa con un sencillo inicio, escribiendo en el anaranjado horizonte: “Hola mundo”.

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