lunes, 5 de diciembre de 2011

Desierto de datos

 Parece que llevo una temporada algo inspirado. La pega es que escribo en un rato sin pararme a retocar o a corregir, es solo la primera idea en bruto, el primer borrador (aunque creo que sé que no los terminaré nunca). Sea como sea ahí va otro relatillo:


DESIERTO DE DATOS.
Bajo con cuidado por la suave duna, tratando de mover el terreno lo menos posible, aunque algunos granos de arena se deslizan delante de mí. El suelo de arena parece darse cuenta y quiere quejarse con sus crujidos bajo mis botas, respiro profundamente tan solo un momento, contemplo el horizonte y veo como el desierto sigue abarcando todos los ángulos de la mirada. El mismo horizonte tan solo enmarca un desierto infinito, moldeado con alguna que otra duna, pero una llanura inabarcable al fin y al cabo.
El sol artificial brilla con fiereza y con constancia. No es realmente un sol, tan solo un motor ingrávido y titánico que mantiene en funcionamiento el planeta, allá en su trono los cielos, que alimenta y nutre todos los procesos que necesita el sistema para almacenar toda la información conocida de las galaxias descubiertas. El almacenamiento consume tan solo una mínima parte de la energía, el resto se emplea para introducir trillones de nuevos inputs cada segundo y para contrastar los datos nuevos con los que se poseen para que se puedan eliminar los repetidos y reemplazar los antiguos por los más inmediatos. La nueva información nace en un instante, crece descontrolada, se asocia con las peores bandas de datos que se puede encontrar en su recorrido y de no ser encerrada en este planeta nadie sabe qué daño irreparable podría causar en las mentes de los hombres, mujeres, alienígenas y androides que dormitan en sus vidas de realidad virtual bajo las cúpulas del ocio de las ciudades civilizadas. No es fácil conseguir un pase para consultar al planeta, pero yo lo he conseguido y pienso aprovecharlo.
La luz del motor solar cae sobre la arena, cada grano es un nanodisco duro que contiene yottabytes de información, adosado a otros tantos con información relacionada en una gran red neuronal de arena que compone todo el planeta. La luz que cae, lo hace para rebotar y su intensidad acabaría con el sistema visual de cualquier forma de vida basada en el carbono. Haría lo mismo conmigo, pero por suerte llevo unas gafas de sol de protección total. Fueron testadas por el equipo de ingenieros que las diseñaron a través de un pequeño agujero en el tiempo, en el mismo big-bang, así que este destello lo contemplo como si se tratara de un agradable atardecer.
En el planeta está toda la información en bruto de la galaxia, con sus relaciones, sus redes semánticas, sus llamadas a otros datos y sus enlaces virtuales con los temas más recurrentes. Luego ya es cuestión de cada buscador de información trabajar con ella, darle un sentido a todo el maremagnum de ceros y unos que vomitan al unísono los granos de arena del desierto. Llevo un ordenador de mano, con pilas nucleares y un motor de inferencia capaz de calcular la suma de todos los ángulos de las raíces del primer árbol crecido en Pangea. También cargo con una tienda de campaña de las que utilizan los señores del tiempo para acampar en los huecos entre los siglos y en los recovecos de las ucronías, así podré descansar mientras el ordenador procesa los datos que me ofrece el planeta.
He pasado varios días, o tal vez semanas, ya no recuerdo, aquí. Tan solo tenía una sencilla pregunta, pero no parece tener respuesta. Sabios de todo el universo han venido aquí a resolver sus dudas, gurús androides han conseguido entender su programación y hacerse uno con sus líneas de código… yo tenía tan solo una sencilla pregunta que parece ser irresoluble. Solo una pregunta que se resiste a ser respondida a pesar de contar con toda la información disponible en las galaxias descubiertas y el mejor procesador de datos que se puede adquirir con cualquiera de los medios de pago conocidos.
Una sola pregunta, tan solo, si no pude oír la respuesta de tus labios, tendré que encontrarla aquí, pero era una pregunta fácil de contestar: ¿Por qué ya no me quieres?
Los granos brillan, el sol zumba, el ordenador ronronea y me avisa de que se está procesando la demanda, pero la respuesta sigue sin llegarme: ¿Por qué ya no me quieres?...