El otro día una amiga me comentó que había tenido un sueño raro en el que salía y al contármelo por encima me pareció una idea fabulosa para un relato, así que como siempre lo empezaré y no lo terminaré nunca (aunque esta vez si que quiero terminarlo). Vamos con ello:
REFUGIADOS
El pequeño y
lejano sol se ocultaba tímidamente en el horizonte del pequeño satélite, aunque
su ausencia se notaría poco porque no había llegado a calentar nada en toda la
jornada de trabajo y se retiraba a su casa cansado y algo cohibido de que el
frío le hubiera ganado la partida de nuevo como hacía cada día. A las cuatro
lunas que ya se dejaban ver parecían llevarse mejor con la baja temperatura y
su blancura nívea funcionaba como un mecanismo de camuflaje en el entorno frío
y desolado y para que la gelidez pudiera extenderse por doquier el suelo de
metal del astropuerto también comenzaba a cubrirse con rocío helado, como una
fruta escarchada y crujiente. Detrás del perímetro de seguridad militar algunas
naves pequeñas de exploración despegaban y rugían como dragones jóvenes,
reflejando en sus lisas escamas metálicas las luces blancas y rojas de los
focos de aterrizaje y de posición.
TODOS AQUELLOS
QUE NO DISPONGAN DE VISADO EN REGLA ABANDONEN LA FILA Y DIRÍJANSE AL MÓDULO DE
DEPORTACIÓN – Repetía una y otra vez una voz ronca y metálica, que surgía de
las entrañas de unos decrépitos altavoces que colgaban de una inestable mezcla
de alambre, cinta aislante, sin despreciar grandes dosis de buena suerte, y se
mecían con los empujones traicioneros que el frío viento propinaba a intervalos
irregulares, cuando más distraídos estaban los altavoces, como si fueran unos
niños a los que deseara tirarles del columpio. Tras varias repeticiones en el
nuevo esperanto, volvía repetirse en distintos dialectos, como el de los mineros
de las explotaciones sulfurosas de Marte, con su deje nasal y su entonación
cortada bruscamente al final de cada frase o el de los fieles de la iglesia
reformada, en una mezcla de latín y árabe clásico.
Tres figuras en
tres largos abrigos de cuero, azul, blanco y negro, se mantenían en una fila
que tiritaba como un solo animal junto con sus integrantes al compás del frío,
los avances y retrocesos camino de la puerta de embarque y los golpes de los
pies contra el suelo de metal para combatir el frío.
-
¡Ya ha quedado bastante claro, todos lo hemos oído! ¡En
múltiples idiomas! – Gritó al altavoz que continuaba con su mantra justo encima
de su cabeza la figura masculina del abrigo negro – Como les debería quedar
claro que nadie ha dejado la cola hasta ahora, por más que no tengan visado y,
ni mucho menos, se han dirigido al módulo de deportación – Dijo tanto a sí
mismo, como a sus dos acompañantes.
-
Supongo que así, cuando apaleen a los que siguieran en
la cola y lleguen al mostrador sin visado en regla, dirán que les han avisado
previamente – Contestó con cierta sorna desganada la mujer del abrigo azul.
-
Es que los visados cambian de validez a cada segundo
que pasa, los planetas libres se conquistan y se recuperan con una rapidez
increíble – Comentó la otra mujer envuelta en el abrigo blanco de cuero
mientras tecleaba interesada en un ordenador de mano – De hecho, nuestros
visados pueden llegar a no servir de nada si el ejército sigue invadiendo los
planetas del sistema al que nos dirigíamos.
-
Tenemos tres visados diferentes, uno cada uno, será
cuestión de estar atentos y si alguno falla cambiárselo al primer tonto
desinformado que veamos en la cola. No lo mencionemos muy en el alto. Esperemos
que no todo el mundo tenga acceso a la información como nosotros – Trató de
zanjar el abrigo negro.
-
Y no dejemos de estar atentos a los cazarrecompensas
tampoco, pueden haber llegado ya en cualquier momento.
-
¿No deberíamos verles antes hablar con los guardias y
ver como nos señalan y toda la cola se aparta para dejarnos solos?
-
No lo creo, es más probable que nos disparen
directamente y luego ya hablen con los guardias.
Más focos se
encendieron, lanzando su haz de luz hacia la lona negra que era la noche y sirviendo de guía no solo a las naves, cada
vez menos, que abandonaban el asteroide, sino también a los copos de nieve que
comenzaban a descender como paracaidistas en una invasión. El sector de la
galaxia estaba en guerra y todo lo que les rodeaba parecía tener connotaciones
bélicas. El hecho de que algunos guardias de seguridad comenzaran ya a
inspeccionar la fila de refugiados llevando en gruesas cadenas de acero a unos crecidos
especimenes de arañas de Marte con las punteras de sus patas y de sus
pedipalpos reforzados de metal, no contribuía a descargar el ambiente. Las
botas de los guardias hacían un ruido fuerte y prolongado, como de platos de
batería, mientras que las arañas se movían con el ruido sutil y ligero de
timbales o de campanillas en los pies de las bailarinas exóticas. Los chispazos
de las porras eléctricas en modo recarga redondeaban la ópera de la cacofonía
de tensión y miedo.
TODOS AQUELLOS
QUE NO DISPONGAN DE VISADO EN REGLA ABANDONEN LA FILA Y DIRÍJANSE AL MÓDULO DE
DEPORTACIÓN
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